ENREDADORD
Por Logan Jiménez Ramos.
Periodista, gremialista y aspirante a la Secretaría General del SNTP.
Mientras se inflan los presupuestos de publicidad estatal, los medios locales y los comunicadores independientes son empujados a la precariedad y el silencio.
En los años de Roberto Rodríguez Marchena, vocero del pasado gobierno, no existían “medios pequeños” ni “medios lejanos”.
Había un criterio claro: todo medio que informara tenía derecho a ser considerado.
Ya fuera una emisora rural, un canal comunitario, una web en crecimiento o un programa en redes sociales, siempre existía la posibilidad real de recibir apoyo institucional mediante la publicidad estatal.
Eso, en buen dominicano, era tener respeto por la pluralidad y entender que la comunicación no es un privilegio de las grandes marcas, sino un derecho de todos.
Hoy, el panorama es otro. Muchos comunicadores y propietarios de espacios informativos que antes vivían de su trabajo honesto en la prensa hoy tienen que convertirse en digitadores, mensajeros, motoconchistas, conductores de Uber, InDriver o Didi, o hasta en vendedores ambulantes. No por falta de talento, ni por desactualización profesional, sino por el ahogamiento económico inducido desde el Estado.
Paradójicamente, nos encontramos frente al mayor presupuesto publicitario de la historia gubernamental dominicana. Sí, miles de millones. Sin embargo, ese presupuesto no ha democratizado el acceso a la pauta: ha servido para alimentar a grandes firmas encuestadoras, costosas agencias internacionales, publicitarias selectas y asesores de imagen que cobran en dólares, como si en este país no hubiera capacidad para asesorar en comunicación política.
¿Y la prensa local? ¿Los programas independientes? Bien, gracias.
Hoy se pueden contar con los dedos de una mano los programas locales que reciben publicidad oficial. Y los pocos que reciben algo tienen un precio: no pueden criticar a ningún funcionario. Ninguno. ¿Eso es democracia? ¿Eso es libertad de prensa?
Yo me lo pregunto y lo grito: la libertad de expresión en este país está siendo mancillada no con censura directa, sino con hambre.
El método es sutil pero despiadado: si hablas mucho, no comes. Si criticas, no cobras. Si eres independiente, te silenciamos con el olvido institucional.
Una prensa que no puede sostenerse es una prensa que no puede investigar. Una prensa que debe rogar por publicidad no puede ser objetiva. La prensa verdaderamente independiente está cada día más empobrecida y jodida. Y lo digo con toda la responsabilidad que implica mi vocación y mi rol gremial.
Presidente Luis Abinader: este no puede ser el legado de su gestión.
No se construye una democracia sólida sobre los escombros de una prensa ahogada. No hay institucionalidad sin medios críticos. Y no hay República si se callan las voces del pueblo.
Ya basta. Es hora de redistribuir ese millonario pastel publicitario con criterios de equidad, inclusión y pluralidad. La patria no solo se defiende en la frontera. También se defiende con un micrófono, una cámara y la verdad.
Por Logan Jiménez Ramos.
Periodista, gremialista y aspirante a la Secretaría General del SNTP.