ENREDADORD
Autor: Juan Pujols
Las migraciones han sido parte esencial de la historia de la humanidad. Desde los primeros movimientos de pueblos nómadas hasta los complejos flujos migratorios actuales, las personas han buscado mejores condiciones de vida, oportunidades laborales, refugio frente a conflictos, o simplemente el deseo de conocer nuevas culturas y horizontes. Migrar, por tanto, no es una anomalía: es una expresión natural del ser humano.
Sin embargo, aunque migrar es un derecho, también conlleva responsabilidades. Cada país tiene leyes, normas y una constitución que garantizan la convivencia social, y es necesario que cualquier proceso migratorio se realice con orden, legalidad y respeto por estas reglas. Cuando se pierde este equilibrio, pueden surgir tensiones, malentendidos o incluso rechazo hacia quienes solo buscan una oportunidad para salir adelante.
El respeto a las leyes no solo protege al país receptor, sino también a los propios migrantes. La migración ordenada permite acceso a servicios básicos, trabajo formal, protección jurídica y oportunidades reales de integración. Por el contrario, la migración irregular puede exponer a las personas a explotación, discriminación y condiciones indignas.
Al mismo tiempo, es fundamental que las sociedades receptoras mantengan una actitud de apertura, solidaridad y comprensión. Integrar no es lo mismo que asimilar: se trata de construir puentes entre culturas, enriquecer la diversidad y crear comunidades más fuertes y empáticas. El migrante no debe ser visto como una amenaza, sino como alguien que, al igual que cualquier ciudadano, tiene sueños, capacidades y el deseo de aportar.
En conclusión, migrar es un derecho humano, pero también un acto que exige responsabilidad. Es deber de los gobiernos garantizar procesos migratorios seguros y ordenados, y es deber de los migrantes respetar las leyes del país que los acoge. Solo así podremos construir sociedades más justas, humanas y cohesionadas.
Juan Pujols RD.