Un repaso desde la experiencia, con mirada crítica y propuestas necesarias
ENREDADORD
Por Juan Pujols
El transporte es una de las vías de comunicación más efectivas para llegar a destino con rapidez, aprovechar el tiempo y garantizar el valor de la hora-hombre. Sin embargo, en Santo Domingo, el tránsito se ha convertido en un reflejo del desorden urbano y de la falta de planificación a largo plazo.
Desde 1998 se dio un paso importante con la creación de la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (OMSA), que introdujo corredores exclusivos en el sector urbano. Este esfuerzo de colectivización del transporte continúa vigente a pesar de los obstáculos.
Pero la historia viene de más atrás. En 1978 ya existía un intento con las guaguas de ONATRATE, y en 1970, el sector privado impulsó la Compañía de Autobuses Metropolitanos (METRO), que ofrecía un servicio tan eficiente que muchos ciudadanos preferían dejar sus vehículos en casa. A esto se sumaban rutas más modestas como la A y la B, así como servicios colectivos como “las banderitas”, “las garzas blancas” y “los pollitos”, aunque muchos de estos estaban más motivados por intereses políticos que por el servicio real al usuario. Eventualmente, fueron desapareciendo.
En los años 60 surgieron los carros Austin, promovidos por el Dr. Riad Cabral, quien además formaba parte del triunvirato gobernante. También surgió el sindicato UNACHOSIN, uno de los que más perduró por su carácter político-social, pero que también quedó en el pasado.
Más adelante aparecieron las llamadas “guaguas voladoras”, acompañadas por supuestos sindicatos que evolucionaron en empresarios del transporte. Esto trajo enfrentamientos violentos por el control de rutas otorgadas irresponsablemente por las autoridades, lo que dejó víctimas fatales y un caos que aún perdura.
Actualmente, el transporte en Santo Domingo está dominado por motoconchos, taxistas, “voladoras”, vehículos privados y un sinfín de carros en mal estado. A esto se suman los vehículos interurbanos, livianos y pesados, lo que hace que transitar por la ciudad sea una odisea.
No obstante, hay señales de avance. La OMSA, a pesar de los escándalos de corrupción, ha mantenido su operación durante 27 años. Las líneas del Metro y los Teleféricos marcan un cambio en el paradigma del transporte urbano y representan la continuidad de un modelo que puede sacar a la ciudad del desorden.
Es indispensable fortalecer el sistema de transporte colectivo. Pero esto solo será posible si se implementan rutas alimentadoras que conecten los barrios, muchos de ellos construidos sin planificación, con las estaciones de OMSA, Metro y Teleférico. También es necesario crear parqueos en las estaciones para que los ciudadanos puedan dejar sus vehículos y abordar el transporte público, pagando una cuota razonable. Los vehículos del interior deberían tener estacionamientos periféricos, evitando su ingreso a la ciudad.
Además, urge eliminar a los agentes de la Digesett en los semáforos y reemplazarlos por sistemas automatizados con cámaras que multen a los infractores, como ocurre en ciudades modernas.
Por último, es inadmisible que se sigan construyendo plazas, edificios y residenciales sin áreas de parqueo, obligando a los ciudadanos a utilizar las calles como estacionamientos. ¿Dónde están las autoridades que deben velar por el cumplimiento de las normativas urbanas? Ausentes.
No soy experto en transporte. Hablo desde la experiencia. Trabajé en la Compañía de Autobuses METRO y fui parte de los dos primeros años de la fundación de la OMSA. Sé, como conductor y usuario de a pie, la lucha diaria que implica moverse en Santo Domingo. Por eso alzo la voz, con la esperanza de que el caos no sea la única vía que nos quede.
—Juan Pujols _