Cuando el ejemplo desaparece, el poder se degrada
ENREDADORD
Opinion
Una sociedad no se destruye de la noche a la mañana; se va debilitando cuando quienes tienen influencia renuncian a dar el ejemplo.
Si la sociedad, los políticos y los empresarios no se unifican alrededor de valores como la ética, la educación y la responsabilidad, el resultado es predecible: el deterioro de las instituciones y la banalización del poder.
Cuando el liderazgo se mide solo por popularidad, dinero o seguidores en redes sociales, se abre la puerta a escenarios preocupantes.
No es una exageración imaginar un país donde figuras del entretenimiento sin formación ni compromiso social aspiren a la presidencia y vicepresidencia, mientras que cargos públicos terminen en manos de narcotraficantes o dueños de bancas de apuestas.
Ese no sería un accidente, sino la consecuencia directa de la indiferencia colectiva.
La política deja de ser un espacio de servicio y se convierte en un espectáculo, donde el ruido reemplaza a las ideas y el dinero sustituye al mérito. Los empresarios que callan, los políticos que negocian principios y una ciudadanía que normaliza lo inaceptable terminan siendo cómplices de ese proceso.
El poder, entonces, deja de responder al bien común y pasa a manos de quienes mejor saben manipular masas o financiar campañas.
El futuro de una nación no depende solo de quién aspire a gobernar, sino de lo que la sociedad está dispuesta a tolerar.
Exigir preparación, integridad y coherencia no es elitismo; es una necesidad para preservar la democracia. Si no se corrige el rumbo, no habrá que preguntarse cómo llegamos tan bajo, sino por qué permitimos que sucediera.
Juan Pujols RD.








