ENREDADORD
Por Juan Pujols
Hoy me he detenido un momento para pensar, para mirar con el corazón y reconocer la grandeza de ese ser sublime que es la mujer.
La mujer, madre, esposa, hija, hermana, sobrina, amiga…
La mujer que da vida, que pare con dolor y esperanza, que amamanta con ternura, que cría con paciencia, que enseña con el ejemplo, que abraza sin condición y que, aun en medio de las adversidades, sigue regalando amor.
Cuánto debemos reflexionar los hombres sobre el papel tan inmenso que ellas representan en nuestras vidas.
Hombre, tú que naciste de una mujer, tú que aprendiste tus primeras palabras en sus brazos, haz un alto en el camino.
Detente un instante y piensa en cuántas lágrimas, cuántos silencios y cuántas luchas hay detrás de cada sonrisa femenina.
Basta ya de violencia, de indiferencia, de feminicidios.
Basta ya de niños huérfanos porque alguien decidió arrebatarles a su madre.
No tenemos derecho a destruir lo que Dios nos dio como fuente de vida y amor.
Tenemos el deber, sí, de cuidar, de respetar, de proteger y de honrar a la mujer en todas sus formas, en todos sus tiempos, en todos sus caminos.
El mundo sería distinto si cada uno de nosotros comprendiera que una sociedad que daña a sus mujeres se hiere a sí misma.
Que cada acto de amor, de respeto y de empatía hacia una mujer, es una semilla de paz para el futuro.
Hoy, más que nunca, deseo que esta reflexión llegue al corazón de cada persona, que se transforme en acción, en compromiso, en cambio.
Que aprendamos a mirar con gratitud a ese ser tan especial que nos dio la vida, que nos enseñó a amar, que con su fuerza callada sostiene el mundo.
Porque sin la mujer, la humanidad no tendría sentido.
Y porque amar, respetar y cuidar a la mujer… es amar, respetar y cuidar la vida misma.








