ENREDADORD
[Por JuanPujolsRD]
La ausencia de ética, valores y moral ha comenzado a corroer los cimientos de nuestra sociedad. Esta carencia no solo se manifiesta en las acciones individuales, sino que se ha institucionalizado, generando un contexto donde la corrupción, lejos de ser una excepción, se ha convertido en la norma. Vivimos en una cultura donde el discurso público y la práctica privada caminan en direcciones opuestas, y eso tiene consecuencias devastadoras.
La corrupción es un mal endémico. No es circunstancial, no es casual. Se alimenta de una sociedad que ha dejado de cultivar el respeto, la honestidad y el compromiso con lo colectivo. Esta degradación moral produce inequidad social, exclusión y un sentimiento de impunidad generalizada. Y es precisamente la falta de sanción lo que permite que este cáncer se propague sin freno.
Ahora bien, ¿existe realmente una lucha efectiva contra la corrupción? La respuesta es dolorosamente clara: no. No hay un compromiso real porque quienes dicen combatirla son muchas veces los mismos que se benefician de ella. ¿Cómo se justifican fortunas descomunales entre políticos, empresarios o líderes religiosos con poder? Basta con investigar el origen de esas riquezas para descubrir que, en la mayoría de los casos, están teñidas de ilegalidad, tráfico de influencias, evasión o abuso de poder.
Pero nadie parece interesado en hacer esa investigación. ¿Por qué? Porque el sistema entero está atrapado en una red de complicidades. Incluso los medios de comunicación, que deberían ser garantes de la verdad, muchas veces participan del mismo entramado. La lucha contra la corrupción se vuelve entonces un espectáculo superficial, una herramienta de ataque selectivo o una bandera que solo se levanta cuando no afecta los intereses propios.
Cuando actores internacionales como Estados Unidos u organismos multilaterales hablan de combatir la impunidad, también debemos cuestionar sus motivaciones. Sus campañas solo se activan cuando hay intereses estratégicos o geopolíticos en juego. En los demás casos, prefieren hacer la vista gorda. Como dice el pueblo, “ni pa’ allá miran”.
Combatir la corrupción con discursos vacíos y acciones simbólicas no sirve. La verdadera transformación comienza por recuperar los valores fundamentales: la honestidad, la justicia, el respeto por el bien común. Mientras sigamos premiando al corrupto, admirando al tramposo o justificando el enriquecimiento ilícito, nada cambiará.
Este no es solo un problema de los gobiernos; es un problema de todos. De nuestras instituciones, nuestras familias, nuestras escuelas y nuestras conciencias. Si queremos una sociedad más justa, debemos construirla desde adentro, desde la ética cotidiana, desde la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
No a la falsa lucha contra la corrupción. No a la impunidad disfrazada de justicia. No a la doble moral que normaliza lo inaceptable. Sí a una justicia social sin privilegios. Sí a una cultura fundamentada en valores humanos, éticos y morales. Solo así podremos cambiar un estado de cosas que, por donde se le pinche, echa pus.
Juan Pujols RD.
Profesor Juan Pujols